sábado, 9 de junio de 2007

El Tercer Huevo

Habían estado discutiendo un tiempo que no había sido determinado por ellos, pueden haber sido 20 minutos o 20 horas, en estos casos se pierde noción del tiempo, pero no del espacio, ese espacio era el auto, nuevo, con olor a concesionaria, que había adquirido él, hacía unos pocos días.
Se habían gritado tantas cosas que perdían el hilo de la pelea, de a ratos hasta se olvidaban el motivo, pero igual seguían metiéndose los dedos en las llagas, sacándose trapitos al sol y revolviendo viejas cuestiones, que por supuesto no venían al caso.
Entre medio, prendían y apagaban cigarrillos y hacían mil y una muecas, pero ninguno daba el brazo a torcer. En un momento ella, se cansó, se le agoto la paciencia, para ser sincera, se le salio la cadena, así que se bajó del flamante automóvil y pegó tal portazo que el ruido hizo eco en toda la manzana, temblaron los vidrios, la carrocería y todos los demás autos de la cuadra.
Él, primero hizo un gesto de dolor indescriptible, como si mas bien ella le hubiese dado una puñalada con un cuchillo oxidado, e inmediatamente se bajo, en una milésima de segundo llegó hasta ella, que ya se estaba alejando, la tomo del cuello y la estranguló.
La carátula fue “emoción violenta”, para sorpresa de las presentes… en el pasillo, todos los hombres comentaban lo mismo: -“y sí, eso es peor que una patada en los huevos"-

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