sábado, 31 de marzo de 2007

Lo Gris y Lo Fosforescente


Cuando te conocí, en el mismo instante del primer saludo, hice lo que me había prohibido hacia unas semanas, te juzgue y te etiqueté. La primer imagen fue buena, agradable y estética, simpático por compromiso, arrogante por definición con un toque de soberbia ácida. Estructurado y formal por de mas, te imaginé con una mujer bella y desabrida, poco inteligente pero digna de ser presentada a tu mamá, un perro tonto en el patio, una rutina inaplazable y seguida como ritual, pocas intenciones de divagar por los abismos de la imaginación y entrenado para guardar los buenos modales.
Con el tiempo, te descubrí algunas manías de soltero y actitudes de canalla frívolo, poca paciencia para entender las diferencias y pocas ganas.
Después supe, que como todos, tenes algunas heridas sin cicatrizar que compensas provocando otras heridas incurables, esto es casi un pasatiempo.
Las abstracciones te ponen los pelos de punta, y sospecho que por eso ignoras todo lo que no se pueda tocar o ver, por eso jamás entendiste de amor, lealtad, compromiso, cariño, respeto, ansiedad, filosofía y amaneceres.
Cuando te juzgue olvide observar que siempre faltaste a las clases de espontaneidad, improvisación y carcajadas, y aunque el panorama no era alentador me cargue el optimismo al hombro para romper las tendencias. Me presenté con mis aros grandes, mi informalidad innata, mi desprolijidad adquirida, mis chistes instantáneos, mis críticas espiralazas, mi visión en colores, mis ganas de reír, mis desvaríos y mi filosofía de ser simple.
Pero no, no logré revertir el destino designado y tuve que descubrir con un nudo en la garganta que no somos iguales, que no sos especial, que sos de esos tipos que se encuentran en todas partes y que vienen de regalo con el café en cualquier bar. Esos de los que ninguna mujer debería enamorarse, pero que siempre se aparecen en algún tiempo de nuestra existencia solo para jugar al gato y al ratón, a los histeriqueos berretas, a las falsas esperanzas y se nos clavan el pecho como dagas.
Cuando te conocí, te juzgué, hoy levanté la vista y ahí estabas, almidonado, fingido, reprimido, cuadrado, desabrido, prolijo, sociabilizado por de mas, dentro de la ley, de lo que está bien, de lo bien visto y lo respetado, aburrido y conforme...estabas ahí con tu novia boba, y tu perro que no sabe ni ladrar.

No hay comentarios: