martes, 10 de abril de 2007

Café Con Cigarrillos.


Hay una nueva ley que me impide fumar en lugares cerrados, pero no existe ley alguna que le prohíba a las fabricas que me rodean humear noche y día sus porquerías y deshechos y así llenar la ciudad de olores nauseabundos.
Tampoco existe ley que sancione que esa moto conducida por un inteligente ser que no tuvo mejor idea que sacarle el caño de escape, y cuando arranca a toda velocidad me deja en medio de una nube negra de humo espeso y pegajoso, deje de echarme su mugre en mi cara, y cuide un poco el medio ambiente.
En fin, resulta que ahora cuando voy a un bar a charlar con amigas, largo y tendido, y pido un café, no puedo mas que acompañarlo con una risita histérica y un pensamiento que aparece cada dos segundo como un cartel luminoso en mi frente que dice: ¡que ganas de fumar!, ¡quiero fumar!.
Las charlas se vuelven acotadas y poco analizadas, son como telegramas, ya que no soy la única viciosa y todas no hacemos mas que apurar lo que ahora no es mas que un trámite para huir a la brevedad a la calle y encender al unísono el ansiado pucho.
Y no quiero que nadie salga a decir que esto es una apología o que soy una histérica poco saludable en contra de los derechos de todos, o aparezca algún empedernido naturista-maratonista a darme sermones, yo sé que el fumar es perjudicial para la salud, me lo recuerdan los atados cada vez que compro uno, y no lo digo como si fuese un spot publicitario o una ironía berreta, lo digo convencida: fumar hace muy mal a la salud.
Pero debo confesar que soy una fumadora conciente de los riesgos, pero feliz... al fin es mi derecho serlo.
El punto aquí es que: ¡me quitaron el café con cigarrillos!, que era una de las cosas que mas disfrutaba hacer, estar sentada rodeada de extraños, en un grupo propio y dispuesto solo para escucharnos y hablar, opinar de cosas tan simples y elementales como el horóscopo, las ultimas conquistas, el ascenso, el examen junto con su respectivo y ogro profesor, las discusiones... o sea cosas que aunque parezcan estupideces, son nuestra vida misma; y todo esto aderezado con café y cigarrillos que pasan de mano en mano, y nos dejan en esa atmósfera casi esotérica y fascinante...ya no más.
Queda claro que no estoy diciendo que mi humo no moleste, porque molesta, como también me molesta el olor a papas fritas de algunos manteles o la cara de amargos de algunos mozos, tampoco me pongo en papel de nena-rica caprichosa...estoy diciendo que siento que me robaron, y que al final los fumadores somos las personas mas tolerantes que conozco, nunca oí a uno quejarse de un NO-fumador.

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